No vendrá hoy. Tampoco mañana.
Y la niña esperará, mirando el fulgor de las estrellas en la noche.
El canto de los grillos mecerá su espíritu y mil colores bailaran en el firmamento.
Su madre se sentará a su lado, con sonrisa amarga, le dirá que no tiene sentido,
mas ella mantendrá la esperanza.
Un abrazo, un beso y lágrimas en sus ojos.
Un te quiero, olvidemos todo, no quise hacerlo.
El día soñado llegará. El vagabundo de mirada sombría y errante,
de ojos verdes, al fin vendrá. Su rostro cansado, marchitandose día a día,
jamás volverá a sonreir.
Pero nada cambiará. Y vendrán más lágrimas.
El tiempo veloz correrá como los lobos y el vagabundo errante emprenderá un viaje,
esta vez sin retorno.
La niña, ya mujer, envuelta en la vorágine de la vida,
ya no sueña castillos en el aire ni cree en príncipes azules.
Irá un día a encontrarse con su padre, aquel hombre que esperó durante tanto tiempo.
Su tumba yacerá fría, envuelta en sombras,
mientras sus dedos frágiles lo acarician por última vez.
(6 noviembre 2009)
Guaaaagggguuuuuiiiiiiiii nuevamente me emociona mucho leer sus preciosos escritos. Le comentaré cada uno de los que escriba y seré el primero jijiijii. Me da mucho gusto que hayas comenzado nuevamente a publicar tus pensamientos y cositas. Te felicito y me encantan! Gracias por ser como eres...
ResponderEliminar... a veces las lágrimas no son sólo una expresión de lo más íntimo y sincero del Ser... son también el reflejo de una visión inmanente del alma, plasmada en el otro y por el otro. Así, lloramos las verdades universales desde el centro de nuestras entrañas, extrañando aquél día, en que todo fue mejor y éramos paz pura...
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